El 28 de mayo se celebró el Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres, y la necesidad de la existencia de esta efeméride internacional, entre los destacados en el calendario de cuestiones que requieren visibilización, llamó poderosamente mi atención. He querido analizar esta necesidad y explorar las razones de género que existe en ello.

Para ello, me han surgido las siguientes cuestiones que me gustaría resolver:

La primera pregunta que me viene a la cabeza es: si existen unas características que condicionan la salud de las mujeres, por ende, deben existir otras que lo sean de los hombres. ¿Cuál es la razón por la que los hombres no requieren de un día que los visibilice?

La segunda pregunta que necesito resolver es: las necesidades que tenemos las mujeres respecto a cuestiones de salud ¿se centran en cuestiones de diferenciación física/biológica (esencialmente cuestiones relacionadas con la maternidad y órganos reproductivos) o también existen unos riesgos de salud derivados de la socialización diferencial de género?

Seguidamente me cuestiono si esto será distinto según países y culturas o por el contrario es una realidad común a las mujeres alrededor del mundo.

Finalmente, mi última pregunta se centra en ¿qué podemos hacer hoy por hoy para que en un futuro no sea necesario dar visibilidad a este día internacional?

 

Ya desde el año 1987 se viene celebrando el Día internacional de acción por la salud de las mujeres. Revisando la historia de este acontecimiento respondo a la primera pregunta. La razón por la que los hombres no disponen de una jornada que destaque su realidad en materia de salud es debido a que las mujeres, por simple hecho de serlo tienen un acceso a la salud sesgado.

Ya a principios de los 90 la doctora Healy desarrolló un estudio en el que se demostraba que había más muertes de mujeres en enfermedades de miocardio por centrar los estudios históricamente en sintomatología de hombres. A esto se le denominó síndrome de Yentl, que según he podido leer, y teniendo en cuenta que la enfermedad cardiovascular es la primera causa de mortalidad en países industrializados independientemente del género del sujeto, las mujeres que tienen problemas de corazón graves presentan un pronóstico más desfavorable en comparación con los hombres, debido a un diagnóstico y tratamiento más deficiente. Esto a día de hoy sigue pasando en enfermedades coronarias.


Con este panorama, la diferencia entre los hombres y mujeres en materia de salud está condicionada por la desigualdad que sufrimos las mujeres en esta materia y genera una necesidad de reflexionar sobre ella y abordarla desde la perspectiva de género.

La primera respuesta que me surge a la segunda pregunta (las diferencias vienen condicionadas por cuestiones biológicas o por socialización diferencial), es evidente que, si nos centramos en las cuestiones meramente asociadas a nuestros órganos reproductivos, podríamos pensar que sí, que solo son biológicas, pero incorporando a la ecuación el Síndrome de Yentl el resultado sufre un cambio importante. Nuestra fisiología es distinta, pero la relevancia del sexo masculino en las investigaciones y estudios, despreciando el 50% de la población femenina en enfermedades tan significativas como por ejemplo las coronarias, han influenciado mucho en esta desigualdad que nos identifica/ha identificado como personas de segundo nivel.

Hoy en día se conocen cientos de enfermedades (más de 700) que están condicionadas por esta diferenciación y en las que existen desigualdades.

Las mujeres enfermamos de forma diferente a los hombres y debemos dar visibilidad a esta realidad.

Pero ¿existe otro tipo de enfermedades que no están asociadas a la morfología femenina y que también afecte de manera desigual a las mujeres? Estoy convencida que sí, ya que ¿cómo se analizan las enfermedades derivadas de los maltratos psicológicos o físicos que sufren las mujeres? ¿qué hay de las secuelas de salud que supone una agresión sexual o una violación? ¿y las enfermedades físicas y psicológicas derivadas de la prostitución? ¿qué hay de las enfermedades psicológicas derivadas de nuestra baja autoestima, entre otras razones de género, condicionada por estereotipos que nos suponen una limitación para llegar a ser lo que realmente podemos ser? ¿y de los problemas de salud por atender a jornadas leoninas dentro y fuera de casa y/o de la realización de tareas nunca reconocidas pero imprescindibles socialmente?


Esto analizado desde una mujer que vive en un mundo lleno de privilegios, ¿cómo afectarían a estas respuestas si fuera una mujer en un país como el Chad?

En nuestra mano está visibilizar todo lo posible aquellos aspectos que generan desigualdad, hacerlo desde una perspectiva pedagógica, pero con una posición sólida, y especialmente en aquellos aspectos como la salud, que a las mujeres y niñas de todo el mundo nos hacen correr un mayor riesgo.

 

 



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